miércoles, 5 de marzo de 2014

Rayuela




I
Miro tu cuello perdidamente. Busco tu cuello cuando estas distraída. Ya no tenes la pulsera, el dije de corazón. Ya no tenes mi recuerdo en tu pequeño cuerpecito. Hace frío a cada rato, y los cigarrillos me matan; ahora es más evidente que nunca. Me muero. El hecho que me tiene consternado es que todo el mundo también está muriendo.  Y será porque no estas o porque hace mucho sol, o mucho gas invernadero, o poca capa de ozono, o muchas guerras o mucha nada. Es el hecho de que no hay nada y cada vez esto se acentúa más. Y cada nada tiene un algo. Un fragmento de ti, una margarita, un tinto, un bife. Nos morimos…

II
Miro tus ojos, y siempre tan enigmáticos, siempre tan asquerosamente divinos. Miro las pupilas, miro el iris, miro el infinito. Siempre tus ojos me han causado hacerme tantas preguntas. Preguntas al estilo de ¿Qué pesa más un kilo de plomo o un kilo de plumas?; y es tan obvio y tan estúpido. Pero es que vos tenes unos ojos tan pupilas, tan poesía, tan desgarradoramente bellos. Infatuación del pensamiento. Regresar al punto de partida, al pestañeo cero y así a la vista y a un objeto y a un trayecto y a una colisión y  a un color. Regresar siempre; por siempre y para todos lados. Miro tu rostro, tus ojos tan humanos, me miro. Como un espejo redondito…nos miramos.

III

Recojo las páginas escritas, las no escritas. Los poemas, los cuentos, las novelas, las rayuelas. Vos sabés de todo, sabés de Borges, de Bioy Casares. Sabés de patafisica y de lavandería. Sabés incluso la manera más tierna de recoger margaritas. Sabés que te miro cuando te descuidas, sabés que yo sé que ya no has de querer más. Sabes de Spinoza, del todo y de la nada. Sabes a ciencia cierta que vos sigues siendo una Rayuela. Un cielo: uno, dos, tres, cuatro…una piedra, colores, tiza. Una calle. 55 Rayuelas. La rue de Seine, la casual presencia de una casualidad perfectamente planeada. Claramente, deducirás que aquí jamás se deja de pensar en vos. Porque vos sos cielo… una piedra, un uno, un dos, un tres. La punta del zapato, la risa. Tú olvidas, yo olvido, nosotros olvidamos y se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario