lunes, 18 de noviembre de 2013

Las ruletas

Es insoportable ver como el mundo tiende a los círculos. Yo lo digo, es muy molesto ir caminando en un día lluvioso y mirar que todo a tu alrededor está compuesto de diminutos y grandes círculos. El neumático de la bicicleta, el balón con el que juegan unos niños al otro lado de la calle en un parque polviento que por la lluvia se ha vuelto lodoso, las esferas del árbol de navidad que ves al pasar por una casa que mantiene una ventana abierta, las manzanas que están en la mesa de esa casa, caminas por cuadras y cuadras y te asombra la variedad de círculos que puedes encontrar en una larga pero simple caminata.

Te detienes por un momento para recobrar el aire y descansar los pies, recargas tu codo en una pared azul que se encuentra cerca de ti, te ensucias el saco negro del elegante traje que portas pero no te importa más, de hecho ya nada te importa, sostienes el paraguas con debilidad hasta que algo dentro de ti te obliga a tirarlo y lo ves volar en círculos a causa del viento que se produce en ese instante. Cierras los ojos y respiras profundamente antes de soltarte de la pared y seguir tu camino.  Metes tus manos a los bolsillos de tu pantalón negro y caminas. Llevas la frente abajo, la lluvia cae por toda tu espalda, por tu cabello y de ahí se escurre hasta empapar tu cara. Vuelves a pensar y los círculos vuelven a tu mente. Se vuelve insoportable pensar en ellos, de vez en cuando haces una cara de disgusto y murmullas tonterías, la gente que pasa a tu alrededor te mira de manera extraña. De pronto golpeas a una mujer con el hombro, alzas la vista, te das cuenta que lleva puestos unos aretes circulares, sacudes la cabeza, vuelves a mirarla, sus miradas chocan, la ves profundamente y te das cuenta que un circulo negro que  esta clavado en un círculo azul que a su vez esta clavado en un círculo blanco conforma sus ojos. Ignoras esto y bajas la vista, omites la sonrisa de la mujer y sigues caminando.

¿Cómo es posible que el todo este compuesto por círculos?, y te pones a repasar: Cuando eras niño la rueda de la fortuna, aquella vez que fuiste a las vegas la ruleta de blanco y negro, de adolescente el aro del condón, de adulto el volante de tu automóvil que durante años has tomado con hastió y golpeado con desesperación. Toda tu vida se resume en formas esféricas  aquella vez en la clase de literatura moderna en la que el profesor te mostró el Ouroboro usado por Nietzsche para representar el eterno retorno, la idea del eterno retorno en sí, el ciclo de la vida, el ciclo del agua, el ciclo de negocios, todo esto te vuelve loco. Te detienes con la luz roja del paradero de automóviles, los observas pasar, van tan rápido que apenas y puedes percibir el olor a gasolina combustionada. La luz está en verde, deja de llover, pero ya te encuentras empapado, cruzas la calle, caminas dos cuadras más, doblas a la derecha, después a la izquierda, derecha de nuevo y te encuentras parado frente a la puerta de un edificio muy viejo. Sacas unas llaves de tu bolsillo izquierdo, metes la llave en la cerradura y das vueltas en círculos hacia la derecha, el seguro sede, abres la puerta, pasas, la cierras a tus espaldas, te diriges al elevador, subes, presionas el número cuatro y las puertas se cierran.

Entras al departamento número treinta y dos. Te quitas el saco mojado y lo cuelgas en el respaldo de una silla, tomas la cajetilla de cigarros que ya te esperaba con ansias en la mesa del comedor. Entras a una habitación muy arreglada, de un cajón sacas un revolver y lo cargas con una sola bala, con la pistola en una mano y el cigarrillo en la otra te sientas en el piso recargando tu espalda en una parte de la cama, le das un golpe al cigarro, y el humo que emana de tu boca lo hace en pequeños aros que se burlan de ti, pero guardas la calma, dejas el revolver en el piso para aflojarte el nudo de la corbata, vuelves a fumar. Recargas la cabeza en el borde de la cama y ves como los círculos de humo se desvanecen en tu habitación, es el colmo que algo que te cause tanto placer ahora te fastidie tanto, pero te das cuenta de algo, aunque piensas que ya no vale la pena pensarlo, apagas en cigarrillo en la alfombra de la habitación y llevas el revolver a tu sien. Escuchas como la ruleta rusa comienza, cierras los ojos, aprietas los dientes, pero el disparo no llega, solo un gran silencio y tu latidos aturdidos retumban por todo el cuarto. Te detienes un momento, quieres reflexionar:

Piensas en la forma redonda del átomo, piensas en el modelo de Bohr, y te das cuenta que alrededor del átomo giran electrones de manera circular. Te imaginas como el átomo crea la vida. Piensas en la tierra, piensas en que esta es redonda como una gran esfera llena de oxigeno, piensas en como la tierra gira sobre su propio eje. Imaginas el sistema solar, por lo tanto piensas en miles de átomos, y en varios planetas que giran en su propio eje formando círculos invisibles, y piensas en que ellos a su vez giran alrededor del sol, y piensas que tal vez todos los sistemas solares del universo giran en torno de una materia infinitamente misteriosa. Piensas que tal vez esa materia misteriosa es Dios. Y te lo imaginas sentado, fumando un cigarrillo, apuntándose con un revolver en la cabeza. Imaginas que el arma de Dios en una galaxia, que va a disparase un mundo, e imaginas que está jugando con nosotros, pues si los mundos son las balas ¿Qué somos nosotros? ¿La pólvora que se consume con el fuego? Piensas que tal vez Dios también está harto de ser y no ser. Piensas en que tú y Dios juegan en este preciso momento a las ruletas, los dos están jalando el gatillo al mismo tiempo, ambos aprietan los dientes, cierran los ojos y fruncen las cejas. Ambos juegan con el otro, con la existencia de sus miserables vidas. Las ruletas giran y giran. 

Entonces mientras acabas de reflexionar la bala atraviesa tu sien haciendo pequeños círculos. Mientras te mueres sonríes porque piensas que tal vez Dios también se ha disparado y todos los átomos, mundos y sistemas solares del universo han estallado en su cabeza. Estas tirado en el piso, pero tu pensamiento aun no muere, y piensas que Dios está tirado en una habitación parecida a esta, con la sangre saliendo de su nuca, con la misma sonrisa que tienes porque las ruletas nunca fueron un juego fácil, porque nunca antes habías ganado. Y entonces sonríes…  

1 comentario:

  1. He leido todas tus entradas, desde la chica del rolex hasta mujeres voladoras no identificadas, éste para mí, y sin desmeritar a los otros, es hasta ahora tu mejor trabajo.

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