miércoles, 7 de agosto de 2013

Determinismo Psíquico

Siempre supe como terminaría. Cuando nací llegue con el cordón umbilical rodeando mi cuello. Comencé a hablar hasta los siete años, y esto fue gracias a que mi madre, preocupada por el asunto del habla me mando con el padre Ignacio, encargado de las misas de los viernes. Él me leía la biblia con un tono casi de  madre, después de la lectura me preguntaba cualquier cosa con la esperanza de que respondiera cualquier sarta de incoherencias, pero por más que trataba de hablar o provocar un ruido no podía. Un silencio enorme me arrebataba las palabras y siempre con este silencio venían una serie de golpes que me propinaba el padre.Quiero suponer que gracias a eso pude hablar. Ya cuando celebre mi séptimo aniversario dije mi primer palabra, estaba frente al pastel de leche que preparo mi tía Azucena, y dije: ¡locos! Sí, esa fue mi primer palabra.

A partir de ese momento crecí junto a la idea de mi muerte. Supe desde siempre que mi destino era acabar con los locos, no por nada esa fue mi primer palabra, atado a una silla, siendo cómplice de los experimentos de algunos doctores que estaban más locos que yo, pero que se decían cuerdos. Siempre supe como terminaría; loco y desquiciado, sudando a chorros mi cordura.

Por eso no me sorprende mi situación en este momento, ya desde hace tiempo estaba anunciado. No estoy nervioso, ni le temo a la muerte, ni a los locos. Mi destino siempre fue el mismo, aún si hubiera nacido en otro tiempo, con otra madre, y hablando a los cuatro años. Ese destino me hubiera perseguido hasta que el cielo se quebrara en mi nuca. Ya no me queda nada más que resignarme. Me queda, dejar de tratar de desatarme de las esposas con las que estoy sujeto a este silla de metal. Me queda, disfrutar la compañía de los locos, en este caso de la mujer que esta frente a mí, moviéndose con delicadeza mientras introduce sus suaves manos en el sexo, y se acerca a mi con la finalidad de volverme más loco de lo que ya estoy.

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