jueves, 11 de julio de 2013

Un juego de niños

Mi vida siempre fue muy tranquila, yo era un hombre que se limitaba a tomar riesgos absurdos, prefería quedarme en casa a mirar cosas en la computadora que salir a las calles oscuras donde cualquier cosa te puede pasar. Es cierto, mi vida era muy aburrida, tengo que aceptarlo, nunca fui un hombre al que le gustara salir por las noches, nunca me gusto hablar con mujeres, nunca me gusto masturbarme, nunca me guste, nunca quise ser yo.
Seguramente gracias a esto me decidí a hacer lo que hice, obtuve fuerzas de algún lugar secreto donde hay fuerza de sobra para los perdedores como yo. Mi trabajo no era más interesante que mi vida, trabajaba como cajero en un supermercado. Todo el día me pasaba escuchando el maldito ruido que emite la caja registradora al pasar un producto por encima de ella y cuando llegaba a liberarme de este ruido, pronto llegaba otro cliente, sí, mi trabajo es asqueroso.
Lo único que valía la pena en ese lugar era la presencia de Susana, la gerente, que en algunas ocasiones pasaba por mi estación para ver que todo marchara bien, no hacia bien su trabajo, jamás se dio cuenta de que nada marchaba bien conmigo. Yo estaba enamorado de ella.
Fue un viernes, como cualquier otro, en el que se presentó la oportunidad de entablar con ella alguna pequeña conversación. Saliendo del trabajo ella se encontraba parada a las afueras de la tienda al parecer esperando a alguien, siempre me pregunto si era a mí al que estaba esperando en realidad, pero nunca lo sabré. Al verla me acerque en el coche lentamente y baje la ventana. Le dije que si podía llevarla y ella –sorprendentemente− contesto que sí, al subirse y avanzar un par de metros Susana me comento que porque no la llevaba por un trago o mejor aún, que porque no íbamos por un trago a mi departamento, dude en que esto estuviera pasando, al final le dije que sí y nos dirigimos a mi casa. Llegamos y mi preocupación era enorme, ni siquiera sabía si existía alcohol en mi departamento. Entramos y paso al baño, yo me precipite a buscar lo que fuera que tuviera un poco de alcohol, Vodka fue lo único que había en mi deteriorada alacena, Susana salió del baño y se retiró el abrigo. Ambos nos sentamos en el suelo a tomar directamente de la botella, así lo quiso Susana, parecía deprimida en verdad y si algo se; es que el Vodka no sirve para mejorar este tipo de situaciones. El tiempo paso, voló, Susana estaba completamente ebria, hablaba sobre lo imbécil que era su novio o exnovio al final no pude entenderle, me dieron ganas de orinar y a mi regreso ella pregunto si me gustaría jugar con ella, mi contestación fue de afirmación y Susana saco un revolver de su bolso y apunto directo a mi garganta, jalo el gatillo y el sonido que hacen las armas vacías me hizo soltar un gran suspiro. ¿Estás loca? le pregunte con el corazón marchando a mil por hora, una carcajada fue lo que recibí por respuesta.
Susana cargo la pistola con una sola bala. ¿Juegas o no? Me pregunto, ¿qué más podía hacer? decirle que no, era sinónimo de rechazarla y ¿quién quiere rechazar a una mujer ebria, despechada y con un revolver?, acepte su reto y antes de poder sentarme ella volvió jalar el gatillo pero ahora apuntaba justo en medio de su frente, otra carcajada salió de su boca, era mi turno, jamás me había sentido tan emocionado, dude en hacerlo pero al repasar mi vida me di cuenta de que si se disparaba no tenía nada que perder, accione el revolver…y pude vivir para contarlo.
Era el turno de Susana, le extendí mi mano para entregarle el revólver, no tengo idea del porque sonreía, ella se levantó y me mostró un ceno, después el otro, comenzó a tocarse apasionadamente ambos pechos y me dijo con voz jadeante que fuera yo el que le disparara, me recargue totalmente en el sillón y la mire, como se mordía los dedos, como se frotaba su cuerpo, apunte con firmeza a su cabeza, me sentía como un vaquero del viejo oeste. ¡Dispara! Me grito excitada, jale el gatillo y todo pareció estar bien hasta que Susana se desplomo frente a mí, sólo en ese momento pude reaccionar y ver que el cañón del arma humeaba.
No tuve ganas de escapar, aun sabiendo que era una tontería defenderme con el argumento de que jugábamos a la ruleta rusa, de que ella me pidió que yo le disparara porque tenía las manos ocupadas. Que puta risa me dije y acompañe este pensamiento con una larga sonrisa. Las autoridades llegaron, aunque tarde, con tanto tiempo pude haber escapado para siempre. Me vieron sentado con la pistola en la mano y el cuerpo semidesnudo de Susana en la alfombra.

Ahora estaré en la cárcel por lo que resta de mi vida, al parecer viole y mate a Susana, eso dicen los policías y ya que su rendimiento había sido muy ineficiente durante aquellos días, me culparon de otros cinco asesinatos que no habían podido resolver. Soy un violador y un asesino en serie o eso dicen las autoridades y todo esto paso por jugar ¡un maldito juego de niños! como dijo Susana.  

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